"¿Consumir pornografía tiene algún impacto discernible en la satisfacción de los consumidores?". Tal interrogante fue la premisa de una reciente investigación que tomó prestado datos de 50 estudios y abarcó 50 mil personas de 10 países distintos. "¿Y si es así, este impacto es negativo o positivo?", continuaron en su introducción.
La pornografía dejó de ser de consumo aislado para algunos pocos y se convirtió en parte de la vida cotidiana. Se transformó en una industria multimillonaria con un sinfín de usuarios. La investigación, llevada a cabo por la Universidad de Indiana y la Universidad de Hawaii, abordó "los dominios interpersonales de la satisfacción sexual y relacional y los dominios intrapersonales del cuerpo y la autosatisfacción".
Los resultados, publicados en la revista Human Communication Research, no reflejaron que la pornografía estuviera vinculada al bienestar personal de un consumidor. Sin embargo, encontraron que el consumo de contenido condicionado estaba relacionado con menor satisfacción en las relaciones sexuales. Pero solo en los hombres.
Los autores son tajantes: las consecuencias en el consumo de videos porno afecta la felicidad de los hombres en sus relaciones sexuales. Las hipótesis que se manejan son dos. Por un lado, la infelicidad de quienes miran pornografía puede no deberse al contenido que consumen en sí, sino que puede que apelen a ellos porque ya se no se sienten satisfechos. El proceso inverso.
Fuente: Infobae
La otra teoría con la que especularon los autores del estudio es el desfase entre las expectativas de la pornografía y la realidad. Los hombres, más que las mujeres, tienen miedo de no estar a la altura y poder emular las performances que ven de los actores.
Por su parte, las mujeres parecen no verse afectadas en su felicidad general producto del consumo de pornografía. Sin embargo, según Pornhub, una de las páginas triple X de mayor masividad, solo el 26% de sus usuarios son mujeres, lo cual podría sesgar las estadísticas. El 80% de ellas prefiere los dispositivos móviles como forma de consumo en contraposición al 69% de los hombres.