Fuga y misterio. El nombre del tango del genial Astor Piazzolla se adapta perfectamente a lo ocurrido este fin de semana en la embajada argentina en Quito. En ese episodio quedó expuesto -quizá como pocas veces- el funcionamiento de un tipo de diplomacia en la región que se activa para asistir a condenados por corrupción, que gobiernos progresistas consideran “perseguidos políticos”.
El caso escaló a tal punto que el canciller Juan Carlos Holguín confirmó que hubo una comunicación entre Alberto Fernández y “el más alto nivel” de su gobierno, que encabeza el presidente de centroderecha Guillermo Lasso.
María de los Ángeles Duarte, ex ministra de Rafael Correa, fue condenada en tres instancias judiciales y en dos gobiernos distintos por corrupción. En las investigaciones se determinó, entre otras cosas, el reparto de unos 14 millones de dólares durante dos campañas electorales provenientes de empresas de obra pública, entre ellas Odebrecht. La ex funcionaria estaba desde el año pasado alojada -primero como huésped y luego como asilada- en una dependencia de la inmensa Embajada que Argentina tiene en Quito. Este lunes apareció en la embajada argentina en Caracas, Venezuela. ¿Cómo llegó? Misterio.
La furtiva huida durante el fin de semana derivó en un escándalo diplomático que tuvo en las últimas horas nuevos capítulos, con graves acusaciones del canciller Holguín, revelaciones sobre los acontecimientos previos y posteriores al escape, reclamos de la oposición en el Congreso argentino y una novedad que no estaba en el radar: una cita de Correa en Buenos Aires para participar de un foro de derechos humanos y otras actividades.