El 17 de marzo de 1992, la tarde en Buenos Aires avanzaba como cualquier otra. La ciudad tenía los sonidos típicos de la mitad de quincena, con su tránsito habitual y algunas bocinas que obligaban a los peatones a acelerar sus pasos; otros caminaban apurados por las veredas angostas mientras en la esquina de Arroyo y Suipacha, la Embajada de Israel se alzaba imponente en su elegante edificio de estilo neofrancés.
Allí, empleados administrativos, diplomáticos y visitantes realizaban sus tareas diarias sin imaginar que, en pocos segundos, todo cambiaría para siempre.
A las 14:42, un estruendo ensordecedor sacudió el centro porteño. Un coche bomba cargado con explosivos impactó contra la fachada de la embajada, desencadenando una onda expansiva sin precedentes. El estallido derribó muros, rompió vidrios en varias cuadras a la redonda y redujo el edificio a escombros en cuestión de segundos.
El polvo y el humo oscurecieron la calle, y los gritos de los heridos se mezclaban con el sonido de las sirenas de los primeros bomberos, ambulancias y rescatistas que llegaban al lugar.
El atentado dejó 29 muertos y más de 200 heridos. Entre las víctimas había diplomáticos israelíes, empleados argentinos, transeúntes y religiosos que se encontraban en la iglesia San Marón, frente a la embajada. A más de tres décadas del ataque, los sobrevivientes siguen recordando el horror vivido y la impunidad que aún persiste.
Fuente: Infobae
17/03/2025.
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A 33 años del atentado a la Embajada de Israel
Sucedió el 17 de marzo de 1992