¡Hay que probar laburando! Alfredo Olmedo sonríe y mira a cámara. Apunta con su dedo índice y declama su verdad. Y por ella paga el precio que sea. La conductora lanza una pequeña risotada. Alguien le avisa que el rating acaba de subir. Hay que dejar hablar al hombre amarillo.
Olmedo vuelve a alzar su voz. Si tirás una pala en un piquete, se disuelve. Nadie quiere trabajar. El dirigente trotskista Jorge Altamira lo mira y se agarra la cabeza. Interrumpe y toma la palabra: Vivimos la crisis de una etapa del capitalismo en descomposición. El resurgimiento de esta derecha habla de un momento político que precisa la lucha de los sectores obreros… Olmedo se ríe. Acá todos hablan de precios pero no de valores. En Argentina hay familias disgregadas, chicos que prefieren comprar droga antes que un pedazo de pan, muchachos que no saben lo que es el orden y el respeto. Tenemos un país que trabaja para otro que descansa.
El publicista Artemio López también está en el piso. No puede evitar la carcajada: Lo que dice Olmedo es una barbaridad– larga, mientras el diputado, que viste su clásica campera amarilla, lo mira con sorna. Los índices de trabajo hay que analizarlos a la luz del contexto, de las políticas neoliberales, no se puede largar un discurso tan simplista.
¿Simplista?– dice Olmedo. Esto es de sentido común. Acá necesitamos un Trump, que es un ganador de la vida y es lo que quiere la gente. Habla sin ponerse colorado. Sin importarle la mirada atónita del resto de la mesa. Los periodistas políticos y económicos presentes saben que rinde. Y lo acribillan a preguntas.
¿Qué piensa del feminismo?– dice una periodista joven, que en un rato hablará del cuidado de los perros. ¿Pero hablamos del feminismo o de las asesinas?– contesta Olmedo. Esas pelean contra los femicidios pero después quieren matar a sus bebés promoviendo el aborto. Las feministas de tanto pelear se van a quedar solas, no van a conseguir marido.– remata. ¿Los derechos son solo para ellas? ¿Y qué pasa con el niño por nacer? Dicen que promueven el respeto pero en realidad promueven la muerte. Si no, mirá, ahí tenés los encuentros de esas, llenos de gritos y violencia.
Alfredo Olmedo ya es el dueño absoluto de la pantalla. Mira a un lado y a otro. Le complace ver que la joven de pelo lacio con la que llegó a este estudio de TV en Palermo –luego nos dirá que es su mujer– está haciendo campaña: reparte gorras amarillas con la inscripción OLMEDO a operadores y técnicos. Ellos, por supuesto, la toman, aunque con cierta gracia.
Los periodistas vuelven a disparar. Mientras Altamira desparrama sus exordios sobre la crisis del sistema, y Artemio López larga sus proclamas antimacristas, Olmedo saca un cross de derecha: Lo que pasa es que a estos no los entiende nadie. La gente quiere cosas sencillas. No podemos seguir teniendo un país que funciona al revés. Necesitamos darle orden a los chicos. Servicio Militar para sacarlos de la droga, luchar contra los violadores con la castración química, volver a la familia unida.
Olmedo sabe que ganó. Knock out.
II
"Tengo la cola cerrada y la mente también. Y aparte la tengo limpia". En sus casi diez años de carrera política (dos como senador provincial, un primer mandato como diputado nacional por Salta, candidato a gobernador, vicegobernador y actualmente atravesando su segunda diputación en el monobloque “Salta Somos Todos”), Alfredo Horacio Olmedo hizo de la polémica y el escándalo un estandarte. Cosechó insultos y pocas simpatías públicas entre el mundo político. Él, dice, se debe a “Dios” y al “pueblo”.
El salteño ganó notoriedad en el año 2010 con su “cruzada por los valores de la familia”. La Cámara Baja debatía la modificación de la ley 26.618 del Código Civil, conocida como Ley de Matrimonio Igualitario. El hasta entonces ignoto legislador de una provincia del norte utilizó su banca como trampolín al estrellato.
Se presentó en cuanto programa lo convocara y se enfrentó radicalmente al espacio LGBT. Con tono risueño, llegó incluso a proponerle a María Rachid, una de las representantes más destacadas de la comunidad homosexual, que saliera con él: “¿Sabe qué lindo los hijos que podemos hacer nosotros dos? No pierda el tiempo y acepte la naturaleza que Dios le dio”, le dijo con su tonada salteña, mientras su hijo sostenía un cartel como parte de la escenografía: “Queremos mamá y papá”.
Poco a poco, el excéntrico diputado comenzó a ocupar un doble espacio: en el de la sociedad televisiva como un personaje entre simpático y bizarro; y en la comunidad política como aquel capaz de extender la frontera de lo decible, siempre hacia la derecha: “servicio militar obligatorio”, “castración química”, “el que mata tiene que tener pena de muerte” y, la última, emulando a Trump, “un muro entre Salta y Bolivia para que no ingresen los delincuentes por la frontera”.
III
Alfredo Horacio Olmedo nació en Salta el 5 de diciembre de 1965. Rosario de Lerma, su localidad natal –ubicada a 180 km de la capital de la provincia- es conocida como “la ciudad termal”, un territorio rodeado por más de 10.000 hectáreas de cerros y bosques.
Su padre, también Alfredo Olmedo, es conocido en la provincia como “el rey de la soja”. Cuenta, en su haber, con miles de hectáreas, tres aviones, y diversas propiedades. Fue el mayor productor sojero individual con tierra propia y aunque solo cursó la escuela primaria, Harvard llegó a estudiar su caso. “Mi padre trabajó desde chico, todos los que trabajan de chicos son exitosos. Sino miren a Messi o al Chaqueño Palavecino. Yo laburo desde los 12. Y ojo: eso no es trabajo infantil. Es formar cultura del trabajo. Hay gente que lo ve como algo malo, pero no es más que educar desde chico. Claro, ahora no se puede hacer nada porque los padres son cómplices y les pegan a las maestras para defender al hijo que no estudia, por eso crían vagos. Si hubiese más esfuerzo, serían más los Alfredo Olmedos en todo el territorio argentino”.
La fortuna de los Olmedo, sin embargo, pudo no ser fruto de la simple y esforzada transpiración. En 1998, el gobernador menemista Juan Carlos Romero decidió licitar para explotación privada las tierras de Salta Forestal, empresa pública creada en 1974 por el Estado salteño para el desarrollo del por entonces improductivo monte de la región de Anta. A Ecodesarrollo S.A., la firma de los Olmedo, le adjudicaron por decreto 150.000 de aquellas hectáreas. El objetivo de aquel acuerdo pretendía el “desarrollo integral” del área, para lo cual se había eximido a la adjudicataria de pagar impuestos o canon alguno hasta 20 años después del inicio de la explotación. En 2011, la Provincia (ya al mando de Juan Manuel Urtubey) promovió un juicio por lesividad que concluyó el último enero con una decisión salomónica: la devolución de 80.000 hectáreas y el pago de 10 % de la producción agrícola anual total de las tierras restantes. Claro, “el desarrollo integral” de los Olmedo había consistido básicamente en el desmonte para la producción de soja (al menos 30.000 hectáreas probadas que durante años no pagaron ni alquiler ni arrendamiento ni nada). Distintos medios y opositores cuestionan por irregulares y arbitrarias las dos decisiones de la Provincia, en tiempos de Romero y de Urtubey: ambas, dice, beneficiaron a los Olmedo.
El diputado amarillo cambia su semblante al hablar del tema. “Todos mienten. Somos gente de trabajo”, afirma. “No me importa lo que digan de mí porque mi padre obtuvo su dinero y sus tierras trabajando desde los once años. Todos esos hablan pero nunca hacen. Ojalá hubiera más Olmedos y menos planes”.
Según dice, su infancia fue “tranquila y sana”, aunque con padres exigentes que aplicaron la mano dura. Eso formó su carácter: “Yo estudié con el puntero de la maestra, el cinto de la madre y la mirada fija del padre. Y, como ven, no tuve ningún problema psicológico. No me retaban, más bien me daban un buen tirón de orejas y así me corregían… No era como ahora”.
IV
Hospedado en un lujoso hotel de Recoleta, Olmedo almuerza con su padre. Son los últimos días de octubre de 2016 y el diputado está en Buenos Aires para cumplir con su trabajo parlamentario. La conversación entre padre e hijo evidencia lo que el hombre de las camperas amarillas proclama de la familia: respeto. La mirada del hijo al padre es reverencial. “Mi padre tiene 81 años y a pesar de eso sigue trabajando. Por eso lo admiro. Él sabía que yo no me iba a recibir de nada y me dijo que lo único de lo que tengo que recibirme es de señor. Espero que antes de que él parta me diga algún día señor y no hijo”.
Aunque una de sus propuestas programáticas es por el servicio militar obligatorio, Olmedo no hizo la colimba. “Pero es como si la hubiera hecho”, se excusa. A los 13 años ingresó al Liceo Militar en la provincia de Córdoba: “Si hacés el cuarto año del Liceo, salís como subteniente. Estoy muy orgulloso de mi educación y de pertenecer a las Fuerzas Armadas. Fue una experiencia que me marcó para toda la vida”.
Olmedo hijo tampoco fue a la Universidad y aunque asegura que le hubiese gustado estudiar Administración de Empresas, no le interesa ser un intelectual, no tiene problema en decir que no lee libros: “Yo leo la realidad, en la cola de un banco, en un almacén, en la calle. Hablo con la gente y con eso es suficiente. Solo leo el diario a través de la web. ¿Escribir? Naa, yo hago política. Para eso están los periodistas, que van a escribir la historia que Olmedo haga”.
- ¿Y quién es su periodista preferido?
- Santiago del Moro. Es un tipo recto. Con valores.
- ¿Cree que Del Moro votaría por usted?
- Estoy seguro.
V
El Trump salteño anda en una camioneta importada. Es una Audi Q3, pintada de riguroso amarillo y ploteada con las leyendas “Castración a los violadores”, “Servicio Militar Obligatorio” y “Probemos trabajando”. La maneja Eduardo, un hombre morocho de 50 años, que pone la música que escucha Olmedo: Chaqueño Palavecino o Sergio Galleguillo, folclore, “porque solo se escucha lo que se puede entender”. Según Olmedo, “hay mucha música que está asociada a la droga, como la electrónica, que aparte ni se entiende”.
El color del vehículo, el de su indumentaria y cotillón de campaña, persigue un objetivo: que todos sepan que no tiene nada para ocultar. Que todos se enteren cuando llegue, con su mensaje, al destino elegido. “Es el color del sol, el que alumbra nuestra patria, nuestro campo”.
Tiene quince camperas amarillas, “perfectamente ordenadas y limpias”. Lleva tres para cada una de sus estadías semanales en Buenos Aires, para asistir a las sesiones en Diputados, para las reuniones de comisión y para las entrevistas en los medios de comunicación. Y las va comprando de acuerdo a los viajes que realiza: la última tiene un significado especial. La compró en Estados Unidos después de asistir a un acto de campaña de Donald Trump de donde también se trajo un pin del merchandaising oficial.
Pero la campera y su color tienen un origen menos poético. El 7 de junio de 2010, en plena discusión sobre el matrimonio igualitario, Olmedo fue fotografiado en el cabaret “Cocodrilo” con una campera amarilla. El Diario Crónica llevó la foto a la tapa bajo el título: “Diputado moralista in fraganti en Cocodrilo”. En la misma se lo veía disfrutando de un show de strippers masculino. Él, sin embargo, lo atribuye a una “operación de prensa”. “Yo no estaba in fraganti. Me habían invitado los periodistas. Vinieron y me sacaron una foto. In fraganti estaban ellos”. Y aún de aquel discreto escándalo, Olmedo pudo sacar algo: “Desde ese día todos me identificaron con mi campera amarilla, que es casi un símbolo, un color brillante, como el sol, nada para esconder en la noche, iluminado por los valores que me guían para servir a la patria. No me la saqué más”.
VI
Olmedo saca agua de cualquier aljibe: los vasos siempre están medio llenos para él. “Cómo será la capacidad de instalar temas por parte de Olmedo que el gobierno los saca por decreto: ley de derribo, emergencia por las adicciones, el tema de inmigraciones, la ley de debate presidencial obligatorio. Todos te dicen que son cosas raras pero después las imitan”. Como Riquelme o Maradona, el Trump de ojos rasgados y frente transpirada practica el filoso arte de la tercera persona: Olmedo les va a enseñar cómo se habla de Olmedo.
Alfredo mira con una sonrisa y larga un nuevo latiguillo: “Los dos gobiernos tomaron en cuenta mis proyectos pero no me dan el crédito. Será que saben que voy a ser el próximo Presidente de la Nación. No me tienen miedo, sino respeto”. Es uno de los tres diputados con más proyectos presentados en la Cámara, porque “si digo que hay que laburar, lo demuestro yo primero”. Esa verborragia legislativa sigue la agenda mediática al pie de la letra. Si donde hay una necesidad existe un derecho, para Olmedo donde haya un brote de sentido común conservador, habrá un proyecto de ley: “Presenté el del muro entre Salta y Bolivia porque no podemos dejar que sigan entrando delincuentes. Nuestras fronteras son una puerta giratoria. Usted quiere cruzar el río con Uruguay en una lancha y nadie le dice nada. Así pasa todo: la droga, la trata de personas. ¿Ustedes tienen la puerta de su casa abierta? No. Y los bolivianos tampoco. Para llegar a Bolivia le piden los documentos, le sellan el pasaporte para que no pueda estudiar ni trabajar, le venden el combustible al doble del precio y lo controlan como corresponde. Yo al pueblo boliviano lo respeto mucho, es muy trabajador. Tenemos que ordenar el país. Bienvenidos solo los que vengan a trabajar, pero no a robar”.
Alfredo no tiene dudas. Se referencia en Donald Trump: “Yo me siento muy identificado con él, todos dicen que nos odian, queda bien criticarnos pero al final, siempre terminamos ganando. Somos los que no pertenecemos a las corporaciones políticas, nosotros tenemos como guía a la gente y a Dios”.
Estamos sentados en el Hotel Uno, en la calle Rivadavia, a dos cuadras del Congreso de la Nación. Olmedo mantiene una actitud displicente.
- ¿Y con Macri cómo se lleva? ¿Ya se reunió con él?
- No, me reuní con el pueblo. Me gustaría reunirme con él. Voy a ver si puedo juntarme. Pero para eso tiene que empezar a ver los temas urgentes y no los importantes.
Aunque no se reunió con el presidente –amarillo como él-, tuvo la oportunidad de encontrarse con sus ministros.
- ¿Y cuál le dio mejor impresión?
- Yo no opino de otros, yo soy el que escribe la historia.
Pero Olmedo opina.
- ¿Cuál fue la mejor política de Alfonsín?
- Y… la vuelta de la democracia…
- ¿Y la de Menem?
- Menem solo tuvo dos errores: no devaluar y sacar el Servicio Militar Obligatorio.
- ¿Cuál fue la mejor medida de De la Rua?
- Irse.
- ¿Y la de Duhalde?
- Poner en marcha el país. Recuperarlo.
- ¿Y de los Kirchner?
- Tengo amnesia solo de los últimos 12 años. El kirchnerismo destruyó a la familia, los valores, rompieron la Iglesia e incentivaron el consumo de alcohol y droga. Néstor Kirchner fomentó la homosexualidad en las escuelas, ¿cómo vamos a tener un país derecho si lo educan torcido? Yo quiero olvidar ese pasado.
- ¿Y qué diría de bueno de Macri?
- Que puso en marcha las instituciones.
Olmedo se ríe y se siente ganador: “No saben dónde meterme la bala. No van a entrar nunca porque la tengo cerrada”.
VII
“En Salta, las feministas le faltaron el respeto a nuestro héroe gaucho, el día del tetazo fueron desnudas a ver a Güemes al monumento. Y, claro, el pobre Güemes no sabía qué hacer. No es lo mismo libertad a libertinaje. Los torsos del hombre y la mujer son diferentes. Lo dice Dios y la naturaleza. No hay más que mirarlos. Uno da leche y el otro, no. Uno da vida y el otro no. Si hubiese pasado por el tetazo en el Obelisco me hubiese dado vergüenza. A mí me critican las feministas, ¡pero yo pedí la muerte para el femicida! Pero la violencia de género es de ambos lados, eh, la mujer también pega. Yo fui un hombre golpeado por mi ex mujer. Muchas de ellas hacen falsas denuncias por violencia de género y yo pedí la prisión para esos casos”.
Las mujeres son para Olmedo una obsesión. La situación a la que alude no es exactamente violencia de género. En octubre de 2015, en plena veda electoral en Salta, el por entonces candidato a diputado nacional por el Frente Renovador protagonizó un verdadero alboroto en plena calle, cuando fue descubierto in fraganti por su esposa –de la que estaba distanciado -al entrar al hotel alojamiento Las Palmeras, en la ruta 26 de Salta, junto a otra mujer. En medio de la furia, su esposa le pegó al grito de: “Bajá del auto, hijo de puta, te voy a hacer el escándalo de tu vida”, mientras la hija de ambos, de solo tres años, miraba azorada.
El diputado amarillo no solo no negó los hechos, que a esa altura ya se habían replicado en los medios y en las redes sociales, sino que, además, se justificó: “Fue la reacción de una mujer celosa que cuando me conoció sabía que era fiestero”, dijo en su momento. “Ella me pegó. Es violencia de género”, dice ahora.
El tema de conversación no le agrada, solo recobra la sonrisa cuando evoca su alma fiestera.
- ¿Estuvo alguna vez en un prostíbulo, Alfredo?
- En Salta está lleno de prostíbulos, sí, los conozco. Miren: estoy a favor de la legalización de la prostitución, reglamentarla por una cuestión sanitaria y para evitar la trata de personas. Hay mujeres que quieren ser prostitutas, las hay en las diferentes clases sociales.
Sin embargo, Alfredo Olmedo afirma que nunca consumió prostitución. Ser “fiestero” es otra cosa. Uno de sus máximos picos de popularidad ocurrió durante su romance con Rocío Marengo, a quien conoció en Mar del Plata a través de un amigo en común y a quién llegó a definir como “la primera dama que necesita Salta”. Pero ahora se limita a decir que es “una mujer con todas las letras”: “Lo que pasó entre Rocío y yo es de ella y mío”.
Marengo es afín a las ideas del diputado. Hace algunos años declaró que cree que “el lesbianismo, los gays, la gente enferma, está en todos lados”. Y aunque su “amigo” Alfredo suele atenuar sus comentarios con un reclamo de respeto, Rocío llegó a sostener que “hay gente a la que hay que discriminar. Porque, o la matás de chiquita o la discriminás después”. Hace solo unas semanas, Olmedo y Marengo se cruzaron en un programa de televisión y no tuvieron más que elogios para con ellos mismos: “Alfredo es una gran persona, honesto, trabajador, da todo por la gente. He conocido muchos políticos y el mejor es Alfredo Olmedo”.
IX
“Myriam Bregman (la diputada del Frente de Izquierda) me dice "facho" y no me saluda. Y yo le dije que sí, que facho a mucha honra. Porque yo me hago cargo de toda la derecha. Y me voy a hacer cargo de todo el pueblo: del centro y de la izquierda también”.
Con Olmedo se hace tan difícil como gracioso hablar de ciertos temas. Y nos desafía con su frase: “Los derechos humanos son para los humanos derechos, no para los retorcidos”.
Sus opiniones sobre la dictadura militar no se quedan atrás. Para Olmedo la década del 70 se trató de una guerra, “y acá se conmemora a una sola parte”. Según el hombre de las camperas amarillas, “las dictaduras son malas, pero el gobierno de Videla vino de la mano de un gobierno democrático”.
Displicente pero con seriedad, hace el anuncio: “Apenas se inaugure el periodo legislativo voy a pedir que el 24 de marzo también se conmemore a los muertos por la patria que son los soldaditos que pelearon en contra de la guerrilla y que fue mandada por una Presidenta constitucional de la Nación”. Olmedo dice que pretende “que se le rindan honores y los traten de la misma forma que tratan a la otra parte”. Y luego, va más allá: “Los que torturaron y robaron bebés ya están presos, ya los juzgaron. Pero a los subalternos les corresponde la misma indemnización que a los desaparecidos”.
- Olmedo, ¿A quién prefiere? ¿A Videla o a Hebe de Bonafini?
Olmedo hace una mueca. Piensa la respuesta. “Miren. Videla estuvo en un proceso de reorganización nacional en el cual cometió un error: no decir quiénes eran los NN, los desaparecidos. A Hebe de Bonafini… bueno yo la respeto hasta el lugar donde defiende el derecho de los desaparecidos, ahora, ya cuando se mete en otros lados, no me gusta. Ella y Schoklender se terminaron comprando una Ferrari. Hicieron un negociado usando los Derechos Humanos. Esto le costó mucho al Estado. Y ella siempre estuvo en la primera fila cuando habló la Presidenta. Incluso va con custodia que le paga el pueblo. Si la justicia dice que debe ir presa, yo también lo diría”.
X
Olmedo está feliz. Se siente una celebridad: “Boludo, voy a salir en Playboy”. Charlamos. Recordamos escenas de videos. "El que está bueno es ese en el que le di una pala a uno del movimiento piquetero para que se pongan a laburar". Se refiere a Juan Marino, dirigente de la Tendencia Piquetera Revolucionaria, que le replicó regalándole una Constitución. Olmedo le consulta a nuestro fotógrafo, a tono de broma, con qué señorita va a compartir la tapa. "No sé, Olmedo", le responde, mientras lo ubica delante de una pared. "¿Pero de frente en la pared, ¿no?, Mirá que de espaldas ni loco…" -dice con sorna el diputado, mientras sus asesores le festejan. Conversa, cuenta que, en alguna oportunidad, estuvo en un cumpleaños del ex presidente Carlos Menem.
Salimos a la calle y caminamos unas cuadras hasta el Congreso de la Nación. El fotógrafo le pide que ponga la pierna sobre un poste de luz para retratarlo. "No, porque parece una burla. Y yo no voy a ensuciar el espacio público", contesta.
A los pocos minutos nos despedimos de Olmedo. "Chau, chicos. Miren que estoy a su izquierda. Porque ustedes dos son el final de la izquierda…así que estoy bien a la derecha". Se va repartiendo sus clásicas gorras amarillas a los transeúntes. Algunos se ríen, otros lo saludan, y una chica que se define como kirchnerista le dice: "Le quiero sacar una foto porque me cae simpático. Pero mire que yo estoy esperando que vuelva la Presidenta".
Nos quedamos solos. Pensamos en nuestro personaje. ¿Llegará un día a dar el batacazo? ¿Conseguirá instalar su idea de muro? ¿Logrará ser tenido en cuenta?
El “facho amarillo” se pierde por Avenida Rivadavia. Se va soñando con ser gobernador y, quizás, un día, presidente. Sueña con ser el Trump argentino.